"Niño, la familia no es democrática, es jerárquica, y mi decisión está por encima de las vuestras", decía mi padre cuando se veía acosado por todos los hermanos pidiéndole algo que él no creía que debía conceder.
Cuando se es el hijo se quiere la democracia familiar, y cuando se es padre se entiende que el único sistema válido es la jerarquía. Pero no es ello un capricho. La autoridad paterna no sería eficiente en la educación de los hijos sin la posibilidad de ser ejercida allí donde entra en conflicto el deseo filial inmaduro e inexperto frente al control parental basado en la madurez.
Como todo sistema el problema que presenta es el del abuso, el de los padre que no saben realmente educar a sus hijos y tan sólo imponen sus creencias o formas de pensar frente a las de sus hijos. La educación es algo más complejo, y la educación en libertad más aún.
Recuerdo como me molestaba en ocasiones aquella frase de mi padre, que veía como signo de autoridad e imposición, pero que entiendo y uso ahora en la comprensión de que no podía ser de otra forma, porque su razón de ser era mi bienestar. Pero no todas las personas tienen la suerte de haber tenido unos padres que, con mayor o menos fortuna, hayan velado por uno.
Por Pólux.
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