No somos nadie. Creemos serlo, pero todo indica que no. Somos una frágil espiga sometida al cambiante viento. Nuestra vida es un instante en el que el viento no ha soplado con fuerza.
Determinados genéticamente, sometidos al férreo control de las circunstancias, herederos de un aprendizaje que suele modelar nuestros gustos..., y cuando creemos tomar una decisión descubrimos que nuestro inconsciente ya la tomó por nosotros unos milisegundos antes de que la eligiéramos conscientemente.
¿Dónde queda el concepto de la libertad de decidir? Tal vez sea el momento de redefinir ese término.
¿Por qué, entonces, seguimos teniendo esa sensación de que decidimos por nosotros mismos, de que tenemos al última palabra en cuanto a la posibilidad de decidir?, ¿es sólo un espejismo?
Por Cástor y Pólux.
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