Los políticos viven de generar confianza, expectativas y buenas perspectivas. Esos son, pues, parte de sus intereses, y en consecuencia, no resultan razones creíbles para mantener un argumento. Y eso es lo que nos pasa cuando nos vuelven a hablar del final de la crisis, de los positivos indicadores macroeconómicos o de la confianza generada en los mercados.
Es como cuando vemos un anuncio de detergentes o de cremas para rejuvenecer, nos dicen a la cara lo que sabemos que no es verdad, pero como dice el refrán, difama que algo queda.
Es como un juego absurdo. Los que nos quieren convencer saben que sabemos que no es cierto y nosotros sabemos que ellos saben que lo sabemos, a pesar de lo cual siguen intentando convencernos. No es más que una cuestión de psicología, pero también es un insulto a nuestra capacidad de entendimiento. Da igual, se hace, y se hace porque funciona, así que en el fondo somos nosotros mismos quienes insultamos nuestra capacidad de entendimiento.
Pues así nos hablan los políticos de la crisis. En realidad creemos que sólo quieren generar confianza aprovechando cualquier dato aparentemente positivo. Pero, ¿qué nos van a contar a nosotros, al pueblo, a quienes de verdad sufrimos la crisis? Dentro de poco escucharemos a los políticos preguntar aquello que fue portada en 1975 de un LP del fantástico grupo británico Supertramp, "Crises?, what crises?".
Por Cástor y Pólux.
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