El respeto y la humildad son las actitudes que más hemos llegado a valorar con el tiempo. Y no es casualidad que sean esas dos, pues van de la mano y se implican. Pero la más difícil de encontrar tal vez sea la humildad.
Estamos cansados de ver la falsa humildad, que es la de aquéllos que se creen humildes, pues creérselo es ya una falta de humildad, la más deplorable, pues se camufla e intenta engañarse y engañarnos. Todos queremos ser especiales, distintos, únicos, y si para ello hemos de ser humildes lo proclamamos, pero precisamente la humildad es falta de especialidad y distinción. ¡Cuán equivocados estamos queriendo ser lo que no somos!
Cada gesto, cada palabra, cada mirada, cada movimiento o ademán, incluso, nos delata. Tan difícil como no reírse de lo ajeno es ser humilde.
La persona verdaderamente respetuosa y humilde no sabe que lo es, por eso se distingue, pero también por su rareza.
¡Qué cansados estamos de tanto engaño y manipulación!, ¡qué cansados ...!
Por Cástor y Pólux.
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