El orgullo nos hace comportarnos en ocasiones como verdaderos niños, capaces de hacer cualquier estupidez por sentirnos capaces, reconocidos y admirados.
No hay más que ver los concursos de la televisión, con esos comportamientos estudiados y poco naturales. Todos quieren agradar a la vez que impresionar. ¡Que altivez y orgullo creerse capaz de impresionar!
La gran mayoría, si no todos, sucumbimos a esas actitudes tan humanas como el orgullo o la soberbia, lo que evidencia y manifiesta debilidad por mostrar abiertamente a los demás aquéllo que no controlamos y que nos somete indefectiblemente.
Por Cástor y Pólux.
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