Todos nos quejamos de nuestro jefe, y creemos que la gran mayoría de veces con razón. Y es que puestos de jefe (desde jefecillos hasta jefazos) los hay a montones, y sin embargo es difícil, muy difícil de ejercer de forma ecuánime, igualitaria y justa.
Ante todo un jefe ha de tomar decisiones. Y cada decisión, por consencuada que esté, jamás contentará a todos los implicados, pues habrá puntos de vista distintos que no podrán ser satisfechos con cada decisión. El descontento y la crítica se apoderan de los implicados si el jefe no sabe actuar con tacto y mano izquierda (y aún actuando así no suele evitarse), y eso, hacerlo bien, no está al alcance de todos, o al menos no está al alcance de todos la capacidad de asumir el coste personal que ello implica.
En una oficina con quince personas habrá quince opiniones distintas. Digamos que agrupadas haya tres o cuatro opiniones irreconciliables, ¿cómo contentar a todos? Lo primero que ha de asumir un buen jefe es que habrá de tomar decisiones que le acarreen "enemigos", pero habrá de tomarlas.
En muchas ocasiones el jefe ha de tener en cuenta situaciones y condicionamientos de los que nada saben los demás, y que no podrá revelar, por lo que habrá decisiones jamás comprendidas.
No estamos haciendo una apología del jefe, sino mostrando que aún en cargos de poca responsabilidad no es fácil ejercer de jefe. Entonces nos preguntamos, ¿por qué prácticamente cualquiera puede ser jefe? Salvo en casos concretos (grandes empresas, gestores, etc.) en la gran mayoría de las medianas y pequeñas empresas, y sobre todo en éstas, para el cargo de jefe no hace falta otro merecimiento que la edad, el dedo de un amigo, los lazos familiares, estar en el sitio justo en el momento justo, o ser un poco más espabilado y caradura que los demás, merecimientos que nos les hacen culpables a los así nombrados jefes de su incapacidad, sino a aquéllos que les nombraron o permitieron de algún modo que se encaramaran a ese "cargo".
No queremos ni debemos generalizar, pues siempre hay casos distintos, pero creemos que en la mayoría es difícil, muy difícil ser jefe, y cuan pocos tenemos que valgan ejerciendo. Al final estamos en manos de cualquiera que no sabe donde tiene la frente. Así nos van las cosas. Es una vergüenza que parece que llevamos a mucha honra.
No queremos ni debemos generalizar, pues siempre hay casos distintos, pero creemos que en la mayoría es difícil, muy difícil ser jefe, y cuan pocos tenemos que valgan ejerciendo. Al final estamos en manos de cualquiera que no sabe donde tiene la frente. Así nos van las cosas. Es una vergüenza que parece que llevamos a mucha honra.
Por Cástor y Pólux.
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