“EL COLEGIO”
Por Helena de Troya (25-05-2013)
Yo
soy hija única. Mi abuela es hija única. Mis padres son hijos únicos. Excepto
mi madre, los demás nos llamamos como el santo del día en que nacimos. Mi
abuela Consuelo, mi padre Santiago, mi madre Cecilia y yo Mari Cruz. Mido uno
ochenta y dos, con el pelo rubio muy claro, casi blanco. Soy delgada porque soy
como mi abuela, de poco comer.
Cuando
estaba en preescolar, los niños de la clase, como era tan alta, me llamaban
“mamá”, y acudían a mí cuando se caían, se peleaban o tenían algún otro
importante problema.
Durante
mi infancia y mi adolescencia no hice otra cosa más que estudiar. No se me daba
muy bien. Me costaba concentrarme y cuanto lo lograba lo hacía por poco tiempo.
Nada hacía presagiar en mi época de preescolar que iba a tener tanta
dificultad, porque aprendí a leer, escribir y a hacer las primeras cuentas
rápidamente. Luego, en los primeros cursos de la EGB empecé a trabajar a mi
ritmo y empezaron los problemas. No me daba tiempo de hacer las tareas de clase
en horario de clase, así que las tenía que terminar en casa junto con otras
tareas que eran propiamente para hacer en casa. Mi madre tuvo que dejar de
trabajar por las tardes para ayudarme. Lo peor eran los exámenes. Como mi
memoria era efímera mi madre me hacía repetir los conceptos y las fórmulas mil
veces justo hasta el instante antes del examen. Me ponía tensa y nerviosa. Las
tilas que me preparaba mi madre no me hacían ningún efecto. Ella me insistía en
que me fijara bien en los datos de los problemas de matemáticas porque solía
ocurrirme que hacía bien el problema pero a lo mejor me equivocaba en una suma
y el resultado del problema era incorrecto. Me repetía una y otra vez que
repasara el examen antes de entregarlo.
En el colegio me llamaban “larga”. Algunos
profesores les decían a mis padres que me relacionara con gente de mi edad.
Pero yo no quería, no me sentía identificada con ellos y me lo pasaba tan bien
con mi familia. No me sentía nunca sola, siempre en buena compañía, en la mejor
que se puede tener, mi familia.
Mis
padres iban al colegio constantemente para hablar con mis profesores para
hacerles comprender mis limitaciones y mi incontable esfuerzo en superarlas.
Hasta tal punto lo intentamos que
consiguieron que todos los exámenes los tuviera a primera hora de la mañana.
Así a mi madre y a mí nos daba tiempo de repasar por última vez el examen. A
primera hora yo acudía como en trance a clase, “vomitaba” sobre el papel todo
lo que me preguntaban, lo repasaba y una vez entregado podía respirar tranquila
toda la mañana. Saqué el graduado escolar bien, aunque quien realmente se llevó
el mérito fue mi madre.
Para
el bachillerato mis padres optaron por contratar a un profesor particular para
cada asignatura. Mi madre no tuvo más remedio que volver al trabajo para
costear a la cuadrilla de licenciados que diariamente desfilaban por mi casa.
Mis padres conocieron a mis nuevos profesores y estuvieron en todo momento en
contacto con ellos. Mi plan de estudios era un asunto de estado. Lo que más me
costó aprender las matemáticas, la física, la química y la filosofía. Lo que
más trabajo me dio el arte, la literatura y la historia con los dichosos
comentarios de texto, el latín y el griego con las traducciones. En inglés no
tuve tanto problema.
Y
con mi título de bachillerato mis padres me convencieron para que me presentara
a la prueba de selectividad por si alguna vez quería estudiar una carrera. Yo
ya estaba muy cansada. Mi horario desde que era una niña era de seis de la
mañana a ocho de la tarde. Con una hora para almorzar, una hora de descanso
tras el almuerzo y ya después de las ocho de la tarde ducharme, cenar y
acostarme. Todos me animaron, yo acepté este último esfuerzo porque mis padres
me prometieron un año sabático. Me presenté y aprobé.
En
el colegio se celebró una fiesta con todos los profesores del último curso, los
padres, los alumnos, también fueron invitados mis profesores particulares como
parte de mi éxito. Aquella fiesta daba fin a una etapa de mi vida en la que
como dije al principio casi no había hecho otra cosa más que estudiar.
No hay comentarios :
Publicar un comentario