Ese cielo rojizo, melancólico ..., "Avanza firme el fuego rojo hacia mi alma", como decía Orfeo en una de las canciones que ha tenido la amabilidad de compartir con todos nosotros, "La tarde cae" [oír la canción], por cierto una de las que más nos ha gustado hasta ahora. ¡Cómo penetra en nuestro interior un cierto sentimiento de pérdida cuando contemplamos una estampa como la foto de cabecera de hoy de nuestro blog!
Somos hijos de esta tierra, de La Tierra, de las condiciones ambientales de este planeta, que nos han moldeado con lazos de una dependencia extrema. Respiramos un gas reactivo y tóxico, como el oxígeno, nuestro oído nos proporciona un sentido del equilibrio que nos permite movernos adaptados a la fuerza de la gravedad que nos sujeta al suelo, el ciclo circadiano, derivado del movimiento de rotación terrestre, marca las pautas de vigilia y sueño, esenciales en nuestra vida, y tantas condiciones más.
Somo más que hijos de La Tierra, somos parte de ella, su extraña e inexplicable consecuencia. Por eso la sentimos íntimamente, por eso ese cielo rojizo nos emociona, porque es parte de nuestro origen, porque tal vez nos vemos reconocidos inconscientemente en él, porque tal vez el color de nuestra sangre sea su propio reflejo.
Por Cástor y Pólux.
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