¿Por qué aprendemos más de lo negativo, de las malas experiencias, que de las buenas y lo positivo? La pregunta es en realidad trivial, porque trivial es la respuesta. No hay razones ocultas ni difíciles de entender. Es así por la forma en que nuestra mente reacciona a los estímulos.
Lo positivo y agradable es lo deseado y lo esperado. Pero lo negativo y desagradable es lo que se quiere evitar a toda costa, por ello, cuando nos sucede, nos impacta más. Suele ser más intenso el dolor que el placer, y así debe ser. Es la única forma de aprender a no repetir el dolor.
La parte más primitiva de nuestra mente responde principalmente a impulsos tendentes a la conservación de la especie, y el mayor de ellos el de sobrevivir. Y la mejor forma de sobrevivir es evitar las situaciones de riesgo, peligrosas, dolorosas y estresantes. Esa es la esencia de nuestro aprendizaje, evitar el riesgo y el dolor. Por eso aprendemos más del dolor y el padecimiento, que del placer.
El placer refuerza el estímulo que lo produce, pero el dolor provoca cambios en nosotros para evitar que vuelva repetirse la situación que lo causó.
Por Cástor y Pólux.
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