Aquel hombre me seguía, ya no había duda. Los acontecimientos sucedidos los días anteriores me hacían ver claramente que su intención era hacerme daño. Todo coincidía, yo sería una víctima más. Cuando pensé en ello el corazón comenzó a bombear fuera de sí, unos nervios controlados se apoderaron de mí, y mis sentidos se agudizaron como jamás había visto. Era el miedo apoderándose de mí y la adrenalina recorriendo como un latigazo mi interior.
Comencé a correr. El hombre, al percatarse hizo lo mismo. Pronto le perdí la vista. Ya no me seguía. Entonces el pavor se apoderó de mí. Era una treta. "¿Estaría escondido esperando a que bajara la guardia o había tomado otro camino para encontrarse más adelante conmigo?", "¿Qué hago?", me preguntaba, "sigo o retrocedo". Decidí seguir pero desviándome de la trayectoria que llevaba. Corrí seis o siete minutos y volví a parar, jadeando y tenso, muy tenso. Me sentía en desventaja. Volví a correr hasta que lo vi parado frente a mí, a poco más de dos metros. Me paré en seco. Ya no había duda, venía a por mí. Intenté retroceder, tropecé y caí al sueloa. La adrenalina ya no era suficiente. Se acercó y se paró junto a mí mientras sacaba un enorme cuchillo.
El miedo me paralizó y no me dejó pensar. Aquel hombre blandió con soltura el cuchillo, y con golpe certero y imprevisto me lo clavó con fuerza en el pecho. Creo que me atravesó el corazón. Sentí un pinchazo doloroso y empecé a marearme. En pocos segundos comencé a perder la conciencia. Todo se oscureció pero aún pude escuchar algún ruido. Luego todo se desvaneció en mi interior, como si un profundo sueño me hubiese atrapado para siempre, sin darme tiempo a pensar en lo sucedido.
Por Cástor y Pólux.
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