¿Realmente somos los dueños de nuestra vida? Por un lado tenemos la percepción de que el río de la vida nos arrastra a pesar de nuestros esfuerzos, de que irremediablemente nos lleva por donde quiere. Por otro lado también tenemos la percepción de que ejerciendo la voluntad somos capaces de cambiar algunas cosas y de conseguir metas propuestas.
Si ambas percepciones fueran ciertas podríamos preguntarnos entonces ¿qué parte de mi vida depende de mí y qué parte no?, ¿puede la voluntad contrarrestar la corriente del río de la vida?, ¿es real o aparente la sensación de que podemos llevar los mandos de nuestra vida?, ¿hasta qué punto la voluntad depende del esfuerzo interior?, ¿por qué para unas cosas tenemos voluntad y para otras no?, ¿por qué sentimos satisfacción al conseguir metas a través del ejercicio de nuestra voluntad?
Sea como sea, lo único cierto es que nada conseguimos entregándonos sin más a la contingencia diaria de la vida, aunque tampoco debemos olvidar que existe y opera. La voluntad requiere esfuerzo, pero consigue cosas, por pequeñas que sean. Hemos de aunar ambas fuerzas (la contingencia y la voluntad). ¿No es fácil, verdad?
Por Cástor y Pólux.
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