Vemos desde nuestra atalaya ir y venir a la gente.Huyendo del calor vienen a refugiarse al mar e invaden sin saberlo el espacio que alcanza nuestra vista. Gusta ver disfrutar a tantas personas, dejándose acariciar los sentidos con el frescor del agua y el abrazo incondicional de la brisa. Las gaviotas vigilan desde lo alto, sabiendo que al atardecer la playa será al fin suya. Gusta verlos a todos, pero nosotros también ansiamos el placer de la soledad. Sí, deseada, la soledad también puede colmarnos de tranquilidad y felicidad. Por eso estamos en esta costa onubense, cerca del pueblo de nuestro Juan Ramón Jiménez. Vinimos escondiéndonos y nos tendremos que ir para escondernos. Ya se acerca el día para coger nuestras ideas, nuestra pluma y nuestras intenciones y trasladarnos a la nueva atalaya, más alta aún si cabe. Iremos hacia el oeste, pues al este está Cádiz, y luego Málaga, encantadoras ciudades, pero lejos de nuestra perspectiva de espacio y soledad. Pronto emprenderemos, pues, el camino hacia el oeste. Os lo contaremos mientras vayamos recorriéndolo.
Tenemos en perspectiva una nueva colaboración. Se trata de una mujer muy capacitada, como todos nuestros colaboradores, para expresar con claridad y conocimiento sus puntos de vista. También está hermanada, como nosotros, con una tierra que mira al mar, en su caso Sanlúcar de Barrameda, luminosa, señorial y sencilla, como gaditana, lo que le hará compenetrarse perfectamente con el sentimiento de Obtentalia. Desde aquí le animamos le animamos.
La costumbre
es un hecho muy arraigado en el mundo animal, y más aún en el mundo humano, al
que procura especial seguridad por su carácter flexible y falto de un instinto
regulador fuerte y determinante. Pero a veces la costumbre opera
innecesariamente, convirtiéndose en rutina y haciéndonos depender de ella.
Como todo, la rutina tiene su
aspecto positivo, por lo que de seguridad aporta, pero su carácter autoritario
tiende a crearnos dependencia.
La rutina empobrece la voluntad,
porque nos acostumbra a la facilidad de encontrarnos un camino prefijado, evitándonos
el esfuerzo a veces tan necesario para seguir adelante. Y está en nosotros
hacerla un instrumento válido en nuestra vida.
Por Cástor y Pólux.
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