No es fácil entender las motivaciones ajenas, pues atienden a aspectos íntimos que nos son totalmente desconocidos e invaluables. Incluso actos censurables pueden tener una motivación o una génesis no censurable, tal vez injustificable frente al juicio ajeno, pero que no deben ninguna explicación más que a uno mismo.
Nos gusta juzgar a los demás, y lo hacemos porque nos gusta, pero nada hay que lo justifique, nada hay que nos dé una razón mínimamente objetiva para valorar los actos ajenos.
Nuestra mentalidad inflexible nos lleva a transitar caminos irreflexivos con apariencia de lo contrario. También es más fácil dejarse llevar que pararse a pensar por uno mismo.
Por Pólux.
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