Solemos achacar a los demás sus malas contestaciones y las formas inadecuadas en que nos tratan, y no advertimos que en muchas ocasiones somos nosotros mismos quienes provocamos tales comportamientos.
Normalmente la respuesta que nos muestra una persona está en función de la forma en que nos mostremos a ella.
Pensamos que no es así, pues nuestra tendencia es la de pensar que la culpa es de otros, no nuestra, pero si observáramos con detenimiento la reacción de nuestros interlocutores, nos daríamos cuenta que diciendo bien las cosas raramente se ofenden, que explicando con paciencia nos comprenden mejor. En definitiva, una buena actitud nuestra potencia una buena actitud en el otro y viceversa.
Muchas veces queremos que el otro tenga buena actitud y disposición cuando no las tenemos nosotros. Y es que es más fácil pedir que dar, aunque se suele conseguir más dando que pidiendo.
Por Pólux.
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