El tiempo se ha vuelto más fresco a mi alrededor, aquí en la atalaya.
Veo el horizonte del mar cada día, y cada día me resulta más misterioso. No porque desconozca su naturaleza, sino porque desconozco el por qué esa naturaleza produce tal impacto en mí, el por qué nos hace ver poesía o actos divinos.
Las gaviotas vuelan sobre el borde del acantilado, sin mover las alas, aprovechando la corriente de aire ascendente que la brisa marina produce al encontrárselo. Sé por qué vuelan, entonces, ¿qué magia hay en ese vuelo que me maravilla y me hace desear ser gaviota?
La atalaya me desborda y me inquieta, a la vez que me atrae y me subyuga. ¿Qué placer es ese que no deseándolo lo necesito?
Llegué aquí buscando respuestas y a cada paso encuentro interrogantes y dudas.
Querer conocer no es más que agrandar los horizontes de mi ignorancia.
Por Pólux.
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