
Los pinos expelen su fragancia mezclada con la del matorral que le acompaña aquí, frente a la costa de Huelva, romero, lavanda y un sinfín de plantas silvestres que luchan contra el suelo arenoso por extraer su macilento alimento y contra el viento cargado de salitre que reseca cada poro de cada hoja. Y persisten, estación tras estación, regalando el entorno sin igual que envuelve la atalaya de Obtentalia.
Cielo y mar se unen en un horizonte, cielo y tierra, verde por el manto de los pinos, lo hacen en otro. Y yo me pierdo en su centro, el centro que crea mi presencia, que se mueve conmigo y se pierde sin mí.
Por Pólux.
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