La atención al público es una actividad laboral que aún hoy suele valorarse escasamente. Pero así como cada trabajo, por simple que parezca, requiere cierta especialización, la atención al público también la requiere, hasta el punto, diríamos nosotros, de hacerse imprescindible, más que en otros casos.
Quien ha atendido al público sabe cuán difícil es satisfacer las peticiones, en ocasiones excesivas, de los clientes. Pero también es cierto que la mayor dificultad para una buena atención proviene principalmente de la ineptitud y la falta de profesionalidad de la persona que atiende. El talante personal es muy importante.
Pudiera creerse ya desterrada aquella figura de ventanilla del "vuelva usted mañana". Pues no, y ello porque la buena atención al público sigue dependiendo más de la actitud de quien atiende que de los buenos medios de los que se pueda disponer para esa atención. Es penoso encontrarnos aún hoy día con personas que te tratan con la punta del pie, y peor aún a quien más lo necesita (mayores, discapacitados, analfabetos -que aún los hay-...). Volvemos a la falta de ese respeto que tanto valoramos.
En fin, una vergüenza que haya personas que declaren abiertamente estar hartas del público al que deben atender, cuando además tratan a ese público sin respeto ni dignidad, como algo molesto. Ni siquiera son capaces de darse cuenta de que los molestos son ellos, incapaces de asumir su propia frustración, la que torpemente vuelcan sobre ese público que les aguanta a veces estoicamente.
Y es que somos humanos, demasiado humanos.
Hoy repetimos una de las fotografías que más ha gustado de los últimos dos meses, pues un error, advertido en el último momento, en el archivo de la que íbamos a publicar hoy nos ha impedido hacerlo.
Pudiera creerse ya desterrada aquella figura de ventanilla del "vuelva usted mañana". Pues no, y ello porque la buena atención al público sigue dependiendo más de la actitud de quien atiende que de los buenos medios de los que se pueda disponer para esa atención. Es penoso encontrarnos aún hoy día con personas que te tratan con la punta del pie, y peor aún a quien más lo necesita (mayores, discapacitados, analfabetos -que aún los hay-...). Volvemos a la falta de ese respeto que tanto valoramos.
En fin, una vergüenza que haya personas que declaren abiertamente estar hartas del público al que deben atender, cuando además tratan a ese público sin respeto ni dignidad, como algo molesto. Ni siquiera son capaces de darse cuenta de que los molestos son ellos, incapaces de asumir su propia frustración, la que torpemente vuelcan sobre ese público que les aguanta a veces estoicamente.
Y es que somos humanos, demasiado humanos.
Hoy repetimos una de las fotografías que más ha gustado de los últimos dos meses, pues un error, advertido en el último momento, en el archivo de la que íbamos a publicar hoy nos ha impedido hacerlo.
Por Cástor y Pólux.
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