Y llegamos al ecuador de la semana. Y al ecuador de la vida. y al ecuador de nuestros propósitos... Parece que todo tiene un ecuador. ¡Ay!, esa costumbre tan humana de ponerle nombres o límites a todo. Es una forma de acotar la realidad que nos rodea y sentirnos más protegidos, más seguros.
Hemos de sentir que controlamos no ya nuestra propia vida, sino, lo que es más importante, aquello que nos es ajeno y por tanto no depende de nosotros. De ahí la anticipación del futuro, que no es más que la necesidad de controlar lo que sentimos que no controlamos. Pero todo tiene su término medio. Cuando el control y la anticipación nos esclaviza comienza a no producir el efecto deseado, el de sentirnos más protegidos y seguros. El exceso de control y anticipación nos produce un estrés y una dependencia de tales actos que nos hace más inseguros y desprotegidos.
La complejidad de la mente humana juega constantemente a favor y en contra, y es difícil sustraerse a ese juego de excesos que la propia mente favorece. La normalidad en psicología es un término muy relativo, pues la línea que separa lo normal de lo que no lo es no sólo es difusa, es también especialmente intrincada, como una línea quebrada que sale y entra de los límites que suponemos normales, como las raíces del pino que centra la fotografía de cabecera de hoy.
Por Cástor y Pólux.
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