Siempre hablando y contando
sus aburridas historias. Lo que hizo este fin de semana, lo bien que cocina,
los dolores que le hacen sufrir lo que nadie es capaz de imaginar, lo que su
hijo o su nieto ha comenzado a balbucear, que si como quita una mancha, que si
tiene o no frío, que si…
¿Algún día comprenderemos que hay
tantas cosas que no nos interesan más que a nosotros mismos? El tener que ir danto
la “paliza” a los demás denota infelicidad, falta de fe en uno mismo, y sobre
todo, necesidad de ser valorado.
Cada vez aprecio más el
silencio. ¿Qué me importa a mí las lavadoras que puso ayer mi cuñada, el paseo
en camello que hizo un amigo en su viaje al extranjero, dónde va a ir a comer
un compañero con su familia en navidad, o las personas desconocidas que salen
en las fotos que nos obligan a ver los que vienen de un viaje? Nada me importa,
ni a mí, ni a nadie.
Silencio, sólo quiero oír el
silencio.
Por Pólux.
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