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sábado, 20 de diciembre de 2014

NAVIDAD, RELIGIOSIDAD, CREENCIAS Y ÉPOCAS.


Hoy y mañana podéis recrearos con las fotografías de cabecera de nuestra colaboradora fotográfica María Ruda. Estamos seguros que os gustarán tanto como a nosotros.

La semana que viene ya es Navidad, una de las fiestas anuales más esperadas, aunque su ambiente ya se deja notar en las compras, el bullicio en las calles, las iluminación de éstas y las comidas de empresas y de amigos, cada vez más populares.

¡Cuánto ha cambiado en pocas décadas esta fiesta en España! Su origen religioso va quedando año tras año más desvirtuado. El auge de la sociedad de bienestar con su consumismo y el laicismo del Estado y del propio pueblo la ha paganizado, en el sentido de que se idolatran el dinero y las posesiones materiales, y el tradicional monoteísmo cristiano da lugar a un politeísmo encubierto, no real pero efectivo, mezcla de influencias religiosas y tradiciones populares. Así encontramos una extraña (aunque por otra parte comprensible) mezcla de Dios, psicologías positivas, chakras (adquirido del hinduismo), karma (adquirido del budismo y otras creencias), videncia, etcétera, que dan lugar a un eclecticismo seudoreligioso en ocasiones difícil de conciliar racionalmente.

La progresiva falta de identidad de nuestra sociedad favorece la aparición de ese tipo de mezcla de creencias, de la que muchas veces ni siquiera somos conscientes. Pero no todo es así, es lo cierto.

La mentalidad férrea de una época (la dictadura anterior a nuestra actual democracia), en la que Estado y religión se expresaban conjuntamente, propició artificiosamente una religiosidad que se desintegró a partir de la llegada de la libertad (incluso ésta produjo un efecto reactivo contra la religión).

Y ahora, en época de crisis, tanto económica como de valores, se busca consuelo donde sea.

La religiosidad bien entendida (para los creyentes) sigue existiendo, y tal vez con más esencia que antes, pues el acto de creer es más libre (entendiendo por libre la adopción voluntaria de una creencia) y está dirigido sólo (en principio) por la instancia religiosa que la proclama (la Iglesia católica, por ejemplo). Pero la religiosidad mal entendida (mezcla de creencias que antes he referido, al margen de la instancia religiosa; y mal entendida en el sentido de su falta de coherencia interna) existe con igual o mayor fuerza.

Nuestras creencias son reflejo del tiempo en el que vivimos, del tipo de vida aceptado en cada momento, así que para analizar la coherencia de nuestros pensamientos hemos antes de entender las razones que nos llevan a vivir como lo hacemos.

Pólux.

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