Una de las características que considero importante para considerar a alguien como amigo es la de poder hablar abiertamente con él, especialmente sobre él mismo, y viceversa.
Me cuesta considerar a alguien como verdadero amigo si no puedo decirle lo que pienso sobre algo que le afecta sin que se moleste si lo que le digo no es de su agrado. Y esta condición debe cumplirse a la inversa. Teniendo en cuenta solamente esta condición veo que mi lista de amigos se reduce drásticamente respecto de los candidatos inicialmente considerados.
Considero que es mi verdadero amigo quien me agradece que le hable con claridad, y más si es para señalarle algo que creo un defecto o un error. Y el mérito de ello no es mi franqueza, sino su capacidad de entender que mi visión sobre él no es un ataque, su capacidad de enriquecer su visión de sí mismo teniendo en cuenta la visión de otros, porque el concepto que tenemos de nosotros mismos suele estar bastante sesgado, y las visiones externas y distintas pueden ayudar a corregir ese sesgo. Pero para ello hay que tener mucha confianza en el otro y una mente muy abierta. Pocas relaciones cumplen esa condición en los dos sentidos.
Yo tengo la suerte de contar con más de uno de esos amigos, aunque mi lista es verdaderamente corta, pues después de contarlos con los dedos de una mano me sobran más de la mitad de los dedos.
Por Pólux.
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