Mientras más sofisticada se vuelve nuestra vida más tópicos llenan su contenido, como si todo fuera insuficiente para producir satisfacción y fueran necesarios accesorios, como artefactos tecnológicos, viajes, modas, entretenimientos de todo tipo, etcétera.
No somos nada originales. Nuestros deseos suelen acabar allá donde llegan las posesiones y logros de nuestros vecinos.
Convertimos en frivolidad casi todo. Pero también es cierto que si podemos divertirnos, ¿por qué no hacerlo?
Hay quien hasta cree que tiene derecho a ser feliz, a divertirse, como si fuera un merecimiento. No existen más derechos que los que nosotros mismos nos otorgamos, ni más felicidad que la suerte de poder serlo. Simplemente hay personas y pueblos enteros que ni pueden otorgarse derechos ni pueden ser felices.
Por Pólux.
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