Miramos a nuestro alrededor y vemos de todo, y entre gente educada y respetuosa con los demás (nos parecen los menos) vemos a quien deja el coche aparcado atravesado cogiendo dos plazas, a quien se cuela con descaro en la cola del supermercado, quien empuja para subir al tren y coger el mejor sitio, quien aparca en plaza de minusválido sin serlo, quien se entretiene haciendo pintadas en la pared de una casa ajena, quien se divierte bebiendo y orinando en el portal de un vecino, quien por puro tedio o por revanchismo personal ralla la pintura de los coches..., en fin, aprovechados y descarados que siempre los hay, y hasta seguramente alguna vez lo hemos sido nosotros, pero sin duda los hay reincidentes y especialmente proclives a ello.
¿Y si uno de estos tipos llega a Ministro, a Director de algo, a cualquier cargo con algo de poder o hasta a Policía Municipal?, ¿creen de verdad que se comportará? Si no es capaz de aguantar sus tendencias para aprovecharse de una pequeña situación sin transcendencia, ¿cómo va a ser capaz de aguantarse cuando puede ejercer el poder? Eso es, ni más ni menos, lo que creemos que sucede hoy día en el mundo político y empresarial.
Nos llevamos las manos a la cabeza ante tanta corrupción, ante tanto aprovechado. Y hablamos de prevaricación, directivos con contratos blindados e indemnizaciones millonarias, comisiones, sobresueldos, abuso de autoridad y un muy largo etcétera. Pero estos señores no hacen nada que no hayan hecho antes, sólo que ahora lo pueden hacer a gran escala.
¿Y quienes son las personas que nos dirigen, que llegan a políticos o empresarios? La gente normal del pueblo, no hay más. Así que el problema de la corrupción política o empresarial es un problema de toda la sociedad, de la mentalidad que impera y nos hace actuar como pillos siempre que se pueda.
Por eso nos parece un autoengaño hablar de la clase política como unos aprovechados ajenos al pueblo. Es el pueblo el que nutre los puestos de sus dirigentes. La pillería está en nuestra cultura, y de la pillería a la corrupción sólo suele haber un cargo de poder.
Por Cástor y Pólux.
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