Ahí está el mar de la fotografía de hoy, perenne, infinito y eterno para nuestra corta existencia. Así nos lo parece y así es, pues.
¿Cómo son las cosas en realidad? Lo que se muestra es real. Si de algo sólo podemos conocer su apariencia parece claros colegir que esa apariencia es toda su realidad cognoscible. En este caso realidad y apariencia coinciden.
¿Qué más da lo que esconda el mar en sus profundidades si no sabemos que está allí? Hacer coincidir lo real con lo cognoscible es algo más que una regla práctica. Es una medida de nuestra realidad, pues nuestro único conocimiento de ella nos viene dado a través de los sentidos, del cerebro. Y no podemos aceptar más realidad que esa.
Lo que no nos afecta también es indiferente a la hora de definir la realidad. El mero conocimiento de los agujeros negros, por ejemplo, nada significa en nuestra realidad dado que en nada nos afectan.
Y siempre huyendo de una realidad para buscar otra, como si existiera alguna diferencia que pudiera satisfacernos. ¿Por qué la realidad que creemos que puede satisfacernos nunca está a nuestro alcance?
¡Ay, este dolor que no se va! Lleva ya tanto tiempo que parece que el dolor es uno mismo. No hay realidades pensadas ni imaginadas que lo alivien. ¿Será que no habrá alivio?
Por Cástor y Pólux.
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