UNA BIBLIOTECA DE MAGISTERIO ASTRONÓMICA.
Por Pólux (02/02/2014).
¡Cuántas sorpresas inesperadas
nos depara la vida! Pequeñas cosas, en pequeños lugares, que para nosotros son grandes.
Una de mis aficiones más
desarrolladas y que aún hoy mantengo, al menos en su aspecto teórico, es la
Astronomía. No es la primera vez que en las páginas de Obtentalia me refiero a
la Astronomía, la Astrofísica y la Cosmología, tres de las ramas que más me
apasionan de las Ciencias del Espacio.

Ella veía como aparecía cada vez
con más frecuencia por su escuela. Llegó un momento que conocía mejor a sus
compañeros de clase que a los míos. Mentalmente fue una época convulsa, compleja,
insegura…
Un día, para evitar que se
molestara por mi continua presencia allí (que por otro lado le alagaba, me
confesó más tarde), y tener que volverme a mi facultad, me fui a la biblioteca
de Magisterio a ver que podía encontrar interesante allí mientras esperaba que
ella acabase sus clases.
No se trata de que en mi facultad
me aburriera, pero me solía ir temprano a Magisterio para evitar las tediosas
primeras clases. Si conseguía estar hasta el medio día en mi facultad el plan
estaba asegurado, cervezas, charlas… y para qué seguir, lo propio de esa época
y esa edad. Pero volvamos al tema principal.

Me saqué el carnet de la
biblioteca y comencé a ir todos los días a leer un rato. Cada vez pedía un
libro distinto para tantearlos y ver cuales eran mejores. Un día Arturo, el más
joven de los bibliotecarios, con su bata azul y unas gafas de cristal ancho que le daban un aspecto curioso, me
preguntó con cierto reparo si me gustaba la astronomía, pues había observado
que todos los libros que pedía versaban sobre ese tema. Le hablé de mi afición
y mi pasión. Pero mi revelación no fue nada comparada con la que estaba apunto de
hacerme Arturo. Me comentó su igualmente apasionado interés por la astronomía.
Tras una breve charla ya nos tuteábamos. Mi pregunta no se dejó esperar más, ¿cómo
es que tenéis esta colección de libros de astronomía?
Me relató que todos los meses
tenían un presupuesto para libros, y que algunos meses las peticiones del
profesorado no agotaban dicho presupuesto, por lo que los bibliotecarios
solicitaban con lo que sobraba los libros que a ellos les gustaba. A pesar de
ser una situación irregular, nunca habían tenido ningún problema. Y dado que llevaban
bastante tiempo haciéndolo, de ahí la colección de astronomía y otros temas que
tenían. Según me contó, cada bibliotecario tenía un tema favorito, y el de
Arturo era la astronomía.
Aquello fue el inicio de una fructífera
relación. A pesar de que quienes no cursábamos estudios de Magisterio no
podíamos sacar los libros fuera de la biblioteca, Arturo me los dejaba sacar
para fotocopiarlos o incluso para llevármelos a casa varios días.
Y en esa época, pues, además de
aprender a abrirle mi corazón a la chiquilla de mis sueños, aprendí a abrirle
mi razón a un conocimiento nuevo y profundo, que marcaría gran parte de mi
interés futuro.
No sé cuántas horas pasé en
aquella biblioteca de Magisterio estudiando agujeros negros, singularidades,
horizontes de sucesos, ondas gravitatorias, la edad, el origen y la evolución
del universo, pero sobre todo, el libro que más me impresionó de aquella
biblioteca fue uno del que no recuerdo el título, pero que trataba del
nacimiento, evolución y muerte de las estrellas. Las nociones básicas que tenía
sobre ese tema fueron fundamentales para poder profundizar con la lectura de
aquel libro, que a pesar de ser muy técnico y riguroso, tenía el don de saber
explicar con facilidad conceptos nuevos y diferentes para mí. Aún hoy recuerdo
perfectamente las fases de la muerte de una estrella tal como me lo explicó
aquel libro, hoy un poco obsoleto pero válido en sus nociones fundamentales.
Acabados los estudios no volví por allí, y dejé de ver a Arturo. Lo que
quedó de todo aquello fue el conocimiento que adquirí donde jamás pensé que
pudiera hacerlo y, por supuesto…la chiquilla de mis sueños, dos joyas que aún
conservo.
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