Recorrer esa playa solitaria, sin prisa, como si a cada paso fuera a alcanzarse el éxtasis, a estar más lejos de los problemas acuciantes que gobiernan nuestra existencia.
Cielo, mar y tierra... y una luz que todo lo envuelve. Soledad perdida entre deseos que van, ajenos, y vuelven inexorablemete.
No hay palabras que expliquen ese sentimiento que nace allá, donde se pierde la razón, porque no se puede estar allí y volver siendo el mismo.
Calma, la mar suave acaricia con leves olas la tierra que le ve nacer.
El espacio de la fotografía de hoy nos empuja a pensar, a sentir, a dejarnos caer desnudos por el acantilado hasta la playa, hasta el mar, hasta el horizonte, buscando lo que sabemos que no hay.
Por Cástor y Pólux.
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