Debates y discusiones sobre el ser y la existencia los hay y los ha habido a lo largo de la historia de forma profusa. La filosofía los ha tratado especialmente, pues es parte de su estudio, y la religión también.
Si bien la experiencia del ser (o esencia) es discutible, la de la existencia no lo es, pues todos la experimentamos por el mero hecho de estar aquí, viviendo. Que la causa o hecho previo a la existencia sea la esencia, como plan que concibe la existencia, no podemos deducirlo directamente de nuestra experiencia, y por ello nos cuesta entenderlo como un presupuesto.
Las tesis del existencialismo, a menudo denostado tanto por el comunismo por su alejamiento del fundamento social como forma de movilizar el mundo, como por la religión cristiana por su alejamiento de la voluntad del ser personal vinculado a una esencia como motor de la vida, son intuitivas y directas. Yo, aquí, con mi libertad, mi consciencia y mis decisiones, sin más esencia que la que me proporciona mi vida y mi experiencia de ella.
Pero el existencialismo no fue una corriente homogénea, de hecho se consideran tanto un existencialismo religioso como otro ateo. Lo cierto es que nunca hemos encontrado una definición satisfactoria del existencialismo, satisfactoria en el sentido de que sea clara y unitaria.
Así entendemos estas cosas y tal como las entendemos nos gusta contarlas. ¿No es eso lo que hacemos todos?
Por Cástor y Pólux.
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