¡Qué buen tiempo ha hecho este
fin de semana! Ha sido como si estuviésemos en primavera, y no es raro, faltan
pocos días para que dé comienzo oficialmente esa estación del año.
Aquí en nuestra atalaya, entre
médanos y pinos, entre jaguarzo y romero, ha habido una explosión de vida.
Animales y plantas se dejan llevar por el sol de la mañana… y nosotros también.
“Que dulce y frío el amanecer. Abrí
los ojos al azul de mi vida…” Eso, justo eso es lo que sentíamos ayer por la
mañana, justo al amanecer, con ese fresco que, lejos de molestar, produce un cierto
gusto por lo que viene después, el dulce sol del amanecer, que, como un abrazo,
comienza a caldear. ¿Os suena esa frase entrecomillada? Pues es la letra del
final de la canción “La tarde cae”, compuesta e interpretada por nuestro colaborador
Orfeo. Es como si hubiésemos hecho nuestro su sentir, como si esas palabras
adquirieran su propio significado en nosotros.
Y anduvimos sobre el acantilado,
con la playa a nuestros pies y dos horizontes, uno azul, el mar, el otro verde,
el manto que forman las copas de los innumerables pinos. Las primeras gaviotas
iniciaban el vuelo. El sol lo iba iluminando todo poco a poco, haciendo que
cada rincón de aquel paisaje cobrara vida.
Y hoy, como vosotros, estamos
aquí, en la ciudad. No hemos podido quedarnos en nuestra atalaya. La angustia
del lunes cala y penetra nuestra piel y nuestra mente. Y sólo nos queda
recordar “Que dulce y frío el amanecer. Abrí los ojos al azul de mi vida…”
Por Cástor y Pólux.
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