El poder de la televisión es omnipresente.
Por el número de programas que se emiten diríamos que en primer lugar es un instrumento de divertimento y ocio. El inconveniente es que es un instrumento pasivo, pues participamos sólo como espectadores.
En segundo lugar, y dada la gran cantidad de cadenas gratuitas, son un instrumento de publicidad, una publicidad manipuladora y, por definición, interesada.
En tercer lugar, también por el número de debates y programas partidistas, es un instrumento de propaganda política, pues la mayoría de los debates se dan en cadenas con un interés político determinado.
Y en cuarto y último lugar cabría decirse que es un instrumento de información, por los noticiarios, programas periodísticos y de investigación y documentales, aunque habría que matizar que salvo los documentales, y no todos, dan una información generalmente sesgada.
Y todo está muy bien preparado y estructurado, pues, por ejemplo, para que la televisión sea un buen instrumento de propaganda política primero ha de captar el interés del espectador, por eso es bueno que previamente sea un instrumento de divertimento y ocio, pues ya está captada de antemano esa atención.
Por Cástor y Pólux.
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