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jueves, 7 de noviembre de 2013

LA APRENSIÓN Y EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO.

El verdadero enfermo es el que se siente enfermo. El aprensivo es más enfermo que el que está diagnosticado, no por que lo esté más, sino porque sufre más su enfermedad real o pretendida.

Quien es aprensivo lo es siento enfermo, con lo que se magnifica la enfermedad tanto en sus síntomas como en sus efectos, o sin serlo, teniendo un temor exagerado ante la posible enfermedad. En ambos casos se trata del mismo comportamiento obsesivo compulsivo, muy difícil de controlar por tanto.

Precisamente ese carácter obsesivo compulsivo (que no lo es de la personalidad) define el comportamiento aprensivo, como tantos otros.

El trastorno obsesivo compulsivo se da mucho más de lo que imaginamos. Ejemplos son lavarse la manos continuamente (compulsión) pensando que están sucias (obsesión por la higiene), apretar varias veces seguidas el interruptor de la luz (compulsión) para asegurarnos de que la hemos apagado bien (obsesión por no haber ejecutado bien un acto), o tirar varias veces de la manilla de la puerta del coche (compulsión) para quedarnos tranquilos de que está bien cerrada (obsesión de creer que no esté bien cerrada y nos lo puedan abrir o robar).

El trastorno obsesivo compulsivo tiene, pues, un doble momento o estadio, la obsesión y la compulsión.

Las obsesiones son pensamientos que invaden nuestra conciencia, fuera de control, y por eso son tan difíciles de manejar, son en definitiva un desorden de ansiedad, siendo la finalidad de la compulsión (acto que se repite irracionalmente) reducir la ansiedad que produce la idea obsesiva (ideas recurrentes producidas involuntariamente).

Los casos pueden ser leves, como los antes descritos, o más graves (son menos habituales), llegando incluso a incapacitar de alguna manera a quien lo padece.

Se trata de una neurosis, y como tal es una adaptación de nuestra mente a un hecho que cuesta aceptar o entender, en este caso la ansiedad.

La causa del trastorno no está clara, pero parece que intervienen desde causas genéticas y biológicas hasta factores sociales. Algunos estudios apuntan causas neurológicas, aunque decir eso aporta poco, pues dado que la mente emerge del cerebro suele haber algún correlato entre un trastorno psíquico y la base fisiológica de la mente, es decir, el cerebro. Lo que está claro es que aún hay que investigar mucho en ese terreno.

Uno de los mayores misterios a los que se enfrenta el hombre, sino el mayor, somos nosotros mismos, nuestra mente y nuestro cerebro. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que en los últimos 100 años la ciencia ha aprendido más del objeto que nos es más lejano y distante, el universo, que del más cercano que forma parte de nosotros, el cerebro.


Por Cástor y Pólux.

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