Creemos que tener la facultad de olvidar el pasado suele ser ventajoso frente a no poder hacerlo, pues evocar el pasado nos trae tanto lo positivo como lo negativo, salvo que uno sea capaz de no verse afectado por lo negativo.
Lo más común suele ser que el pasado esté ahí martilleando nuestra mente, haciéndonos recordar de forma obsesiva lo que nos gustaría olvidar. Hay quien simplemente olvida el pasado sin tener que proponérselo, lo que para muchos es una bendición. Pero quien por el contrario ha de hacer un esfuerzo por olvidar no lo tiene nada fácil, pues la mera voluntad o deseo de hacerlo es, normalmente, insuficiente para conseguirlo. Son procesos inconscientes los que evocan los sucesos negativos que queremos olvidar, y en muchas ocasiones son activados por hechos presentes. Poco podemos hacer en contra de ese mecanismo. Sin embargo siempre cabe ir a la contra, entretener la mente, distraerse, educar la forma de entender ciertos pensamientos, aunque todo ello es a posteriori ,es decir, ir contra el recuerdo, y el pensamiento asociado a él, una vez que ha surgido y comienza a hacer el efecto negativo que queremos evitar.
El recuerdo y la forma de evocarlo se escapa a nuestro control consciente, de ahí la dificultad para evitar su impacto negativo.
Por eso creemos que ser capaz de olvidar tiene más de positivo que de negativo. De esto último tiene el hecho de que el olvido no es selectivo, y se olvida tanto lo bueno como lo malo. Por ello, existiendo recueros negativos indeseados, es preferible olvidarlo todo, hasta lo positivo, pues si bien evitamos el placer de recordar lo positivo, evitamos el dolor de lo negativo, que suele ser más intenso.
Por Cástor y Pólux.
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