El otro día, mientras estábamos en la redacción de
Obtentalia, nos cruzamos con alguien cercano (muchos van y vienen por la
redacción de Obtentalia como por su casa), y comenzamos a habar de las
introducciones que hacemos a diario. En la conversación le preguntamos “¿Qué
idea se te ocurriría a ti, así de pronto, para hacer una introducción?”. Se
quedó pensando sin contestar. Nosotros añadimos “Si estuvieras en nuestra
atalaya, viendo el mar, el cielo y la playa, ¿qué te inspiraría?”. Entonces no
contestó lo siguiente:
“La verdad es que nada me inspira, todo es una sucesión de
hechos que se suceden y coexisten. Siento gusto y placer al observar un paisaje
bonito, un mar inmenso o un cielo azul inabarcable con la vista, me encanta levantarme,
alzar la vista y contemplar la playa acariciada por las olas, desayunar
mientras se inicia la brisa del día, pero nada de ello me inspira, sólo sé que
lo echaré de menos cuando no lo vea, pero nada me inspira. Sólo podría decir
eso, que me gusta y que lo echaré de menos cuanto no lo tenga”
De todo podemos aprender. Y este amigo nos hizo ver que presuponíamos
demasiado cuando dábamos por hecho que hay cosas que inspiran a cualquiera. Más
son cada vez las cosas que nos circunscriben a la idea del subjetivismo y el
individualismo, pero por favor, no prejuzguéis el sentido de esas palabras,
entendedlas en sentido muy amplio.
Por Cástor y Pólux.
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