
Admiramos a quien se siente positivo como si fuera un
mérito, pero no es más que un don. Por el contrario reprobamos a quien no
siente ese carácter positivo de la vida, como si fuera una elección, pero no es
más que un sentimiento. Admiramos y reprobamos lo que no es susceptible de
admiración ni reprobación porque idealizamos la forma en que suceden las cosas
o las actitudes, dones, aptitudes, caracteres y demás aspectos vitales, como si
fueran fruto de la elección de quien
verdaderamente sabe.
Idealizamos demasiado porque nos dejamos llevar por nuestra naturaleza
sentimental y olvidamos nuestra gran dependencia de lo material y contingente.
Tal vez esa sea una característica más de nuestra naturaleza.
Por Cástor y Pólux.
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