Los Bancos, sí, esas
entidades a las que les prestamos y en las que depositamos nuestro dinero a
cambio de nada y que nos prestan dinero a cambio de más dinero, esas entidades
que en vez de cuidar y mimar a sus clientes, que son su fuente de ingresos, les
tratan a patadas, como si le hicieran un favor, sí esos organismos que miden la
calidad humana por el número de billetes que rebosan de la cartera, cuya
justicia basan en leyes creadas a su conveniencia, cuyos contratos de préstamos
suelen estar llenos de cláusulas abusivas, sí, sí, esos Bancos son los mismo
que hacen un anuncio en la televisión y te quieren hacer creer que te darán un
trato personalizado, humano, teniendo en cuentas tus problemas ..., idílico
todo, ¡oh, que maravilla!
Les pasa algo así
como a los productos de limpieza de ropa, que se anuncian diciendo que hacen lo
que todos sabemos que no hacen. Si lo pensamos es hasta pueril, pero da igual,
debe funcionar cuando lo hacen. Será como aquello de “difama, que algo queda”.
Cuando lo analiza
uno se le queda cara de tonto, pues ve que pertenece a un género, el humano, inteligente,
desarrollado, conocedor …, al que se le cuenta una milonga en sus propias
narices (publicidad), y se lo medio cree a sabiendas de que es mentira. Pedazo
de “coco” el nuestro. ¿Y así hemos llegado tan lejos? Bueno, es que tenemos
otras virtudes.
Pero no se trata de
meternos con nosotros mismos, al fin y al cabo somos como somos, sino de
reconocer nuestras debilidades para evitar que abusen de nosotros desde ellas,
y de reconocer quienes son los que quieren llevar a cabo ese abuso.
Por Cástor y Pólux.
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