TESIS SOBRE UN HOMICIDIO
Por Prometeo (20/04/2013)
Ver actuar al bonaerense Ricardo
Darín es tener la garantía de ver un trabajo bien hecho, mejor o peor, pero
siempre profesional. Dan fe de ello la cantidad de premios, galardones y
nominaciones que ha ido acumulando a lo largo de su carrera. Títulos como
“Kamchatka”, “Nueve reinas”, “El hijo de la novia” o la oscarizada “El secreto
de sus ojos”, por citar sólo algunas (por cierto, esas películas han sido
emitidas ya por televisión), nos hablan de la calidad de dicho actor. Un rostro
con carácter y personalidad, al que sabe sacar partido, es una de las causas de
su triunfo. En fin, no voy a negar que es un actor que me cautiva.
De cada nueva película de Darín
se puede esperar mucho, al menos en lo que a él respecta, y más después de lo
alto que puso es listón con “El secreto de sus ojos”, pero eso es más bien un
lastre. Ir a ver una película queriendo encontrar algo determinado,
pretendiendo que los actores tengan que dar clases magistrales es un error.
Cada película es un universo particular, y como tal hay que entenderla.
Un poco de eso es lo que ha
podido ocurrir (o me ha podido ocurrir) con “Tesis sobre un homicidio”.
Esperaba tanto que me supo a poco. Pero conforme voy rememorando escenas y
planteamientos argumentales voy comprendiendo el universo de esta película con
independencia de mis expectativas.
Darín encarna a un solitario
profesor de derecho. Da un seminario entre cuyo alumnado está alguien que desde
el principio resulta algo intrigante, y de quien acaba sospechando el profesor
como autor de un crimen cometido frente a la Universidad donde se imparte el
seminario. La historia se basa en las sutiles pruebas, o más bien indicios, que
el profesor encuentra y refuerzan su sospecha.
La película está realizada con
elegancia y hasta sutileza, pero para mi gusto le falta algo de fuerza, de
empuje, de provocación, a lo que nada ayuda un final verdaderamente inesperado,
no por lo que sucede, sino porque este tipo de historias de intrigas y asesinatos
suelen tener un final distinto. Con la persona con la que fui a ver la película
(por cierto, era Helena de Troya, y lo digo para darle un poco de envidia a los
hermanos Cástor y Pólux, que babean por ella), me comentó algo sobre el final
que me hizo entenderlo de otra forma. Me dijo, con su voz dulce y encandiladora
(perdón por la baba,) algo así como “fíjate en el título de la película, de eso
es de lo que trata y no de otra cosa”. No digo más por si van a verla.
Yo veo bien a los demás actores,
especialmente a Alberto Ammann, el alumno de quien sospecha Darín, aunque lo
cierto es que el peso de la película lo llevan ellos dos, especialmente Darín.
Los demás personajes son todos secundarios. De hecho parece que el personaje
del profesor está hecho pensando en Darín, y tal vez eso crea una especial
servidumbre de la historia hacia su personaje.
No es el mejor Darín que he
visto, pero merece la pena verle trabajar. La historia no es pretenciosa,
simplemente presenta una situación ante la que reacciona el personaje del
profesor. Tal vez la virtud de la historia esté en su carácter simple y
directo, justo lo contrario de los personajes principales.
Los diálogos, sin ser brillantes,
están a la altura de un trabajo cuidado y depurado, pretencioso a veces y
elegante siempre, con algunas disquisiciones filosóficas sobre la justicia que,
lejos de parecer cursi, funciona perfectamente a favor de la historia. El cine
argentino (la película es hispano-argentina) suelo cuidar mucho ese aspecto, y
eso es algo que siempre se agradece.
En definitiva una película
interesante, a la que les recomiendo que vayan sin una idea preconcebida.
Disfrutarán del trabajo solvente de los dos actores principales y de una
historia original, lo cual hoy no es poco.
Por Cástor y Pólux.
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