Ya tenemos aquí la Semana Santa, tradición de vivencias y costumbres en esta España nuestra, tan típica, tan tópica y tan auténtica a la vez.
Es curioso ver como los niños se fascinan por la parafernalia procesional y aprenden y asimilan con rapidez los gestos y matices costumbristas de esa especial Semana. Tambores, pasos, costaleros, nazarenos, capataces ..., son algunas de las "personalidades" que adoptan esos niños, imbuidos en una escenificación que enriquece sus sentidos. El trasfondo religioso les queda muchas veces en segundo plano, relegado al simbolismo que imágenes, rituales y liturgias que no captan tan fácilmente por su complejidad conceptual.
Estas dos formas de entender la Semana Santa, el ocio y divertimento ante un tipismo que impregna el tuétano del pueblo por un lado, y el sentir religioso que le da sentido, origen y fundamento por otro, conviven entremezclados en un pueblo volcado con sus tradiciones. Y no sólo en distintas personas, unas entendiéndolo de un modo y otras de otro, sino incluso en el interior de muchas, donde ambos aspectos se integran perfectamente en una vivencia para ellos más completa.
Y es que para todos, que hemos nacido y nos hemos desarrollado y transformado dentro de esa realidad, la Semana Santa siempre será una forma popular de entender tanto la fiesta como la religiosidad, o una u otra.
Por Cástor y Pólux.
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