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sábado, 5 de enero de 2013

ARTÍCULO. MÁXIMAS DE OBTENTALIA (II), por Cástor.

MÁXIMAS DE OBTENTALIA (II)
Por Cástor (05-01-2012)

Hoy os presento esta segunda entrega de Máximas de Obtentalia, que son, al igual que en la primera parte, una recopilación de pensamientos e ideas breves que he encontrado entre todo el material escrito ya en Obtentalia, que  no es poco.

Es una selección que me ha parecido interesante. Espero que a vosotros también.


Esa aparente contradicción de desear lo que ya sabemos que no vamos a obtener es característica de la naturaleza humana, y a pesar de parecer irracional, es lo que ha llevado a la especie humana a superar una y otra vez muchos de los retos que se ha propuesto.

Así estamos hechos, pero también con la capacidad de comprender y ser conscientes, lo que hace a nuestra conciencia deudora de nuestros actos.

Somos lo que vemos y vemos lo que somos. Nos es tan difícil salirnos de ese camino...

El ánimo positivo nos induce a actuar y luchar, el negativo es más reflexivo pero también más distorsionado. Toda esta generalidad se diluye ante la fuerza de la personalidad individual, que determina el carácter optimista o pesimista, o el grado de integración de cada una de esas facetas en nuestro carácter.

La queja no depende de la mejor o peor situación en que se encuentre uno, sino de la perspectiva subjetiva bajo la que comparamos nuestra situación con otras mejores que desearíamos tener. Y es que no solemos compararnos con quien está peor. Nuestra referencia es mejorar y para conseguirlo hemos de compararnos con quien está mejor.

Hemos aprendido con todo ello que la comprensión de la realidad requiere un escenario más amplio y general que el que conocemos para ser explicada. Hemos de ampliar la visión de nuestro horizonte, y la mecánica cuántica nos brinda una base física para hacerlo

Nadie, ni científicos ni filósofos, saben realmente qué es el tiempo ni por qué existe. Sólo tenemos nuestra percepción subjetiva y particular, bajo la que intuimos un continuo temporal. La realidad de ese hecho se nos escapa a la comprensión. ¿Será realmente el tiempo una ilusión?

El cerebro es un órgano fascinante. Nos hace humanos, pues en él surge la razón y la consciencia. 

Ciertamente estamos solos, y por eso nuestra atalaya es refugio. Nos refugia de la soledad en la soledad, nos refugia de nosotros mismos. Nuestra atalaya es salvación y privilegio, pero también cárcel y sinrazón, la deseamos, pero la necesitamos demasiado para quererla bien, dependemos demasiado de ella. Nuestra atalaya es libertad, pero también condena, libertad porque nos permite ser nosotros, condena porque no podemos ser de otra forma.

Con los años se va aprendiendo la mecánica del mundo, cómo moverse en él, pero no mejora su comprensión, su conocimiento último.

Eso es la vida, querer y no poder, un continuo intento por conseguir lo que no tenemos. De nuevo topamos con nuestra naturaleza. Así somos, aceptamos la tozudez de los hechos, pero sin servil conformismo.

La emergencia del yo sigue siendo una de las muchas cuestiones relativas a nuestro cerebro que ni siquiera tiene atisbo de resolución.

Si supiéramos observar mientras los demás hablan, sin esperar simplemente a que terminen para hablar nosotros, aprenderíamos mucho de quienes nos rodean.

Conocer cómo funciona la psicología humana es el primer paso para aprovecharse de sus "debilidades". Pero lo cierto es que así funciona todo. Nosotros mismos, cuando conocemos a alguien, solemos mostrar nuestra mejor cara, que no deja de ser vender de alguna marera nuestra imagen para impactar positivamente en el otro.

No podemos abstraernos de nuestros propios filtros, y si bien la vida es un dato objetivo no es un concepto absoluto con un significado independiente de las personas que la viven, por tanto la vida siempre tendrá para cada cual el cariz del filtro con el que indefectiblemente la mire.

Nada es objetable a lo que sólo es la expresión de una vivencia. Simplemente se comparte o no.

El respeto es un principio fundamental que nos cimienta como personas, independientemente de las obligaciones que podamos tener unas hacia otras.

Algo nos une a todos. Actuamos en unos momentos que son los mismos momentos de los demás, nuestra actuación se sincroniza perfectamente con los tiempos de respuesta de los demás. Parece una obviedad, pero tal vez no lo sea.

¿Cómo nos sentiríamos si un día descubrimos (nos percatamos) que muchas de nuestras ideas y pensamientos, muchos de los principios por los que regimos nuestra vida y por los que medimos a los demás, no son más que el producto de una alteración psicológica, o de un análisis basado en una experiencia anímica consecuencia de una modificación patológica del propio ánimo?

¿Y si fuera que nuestro pensamiento y nuestras ideas dependen en gran medida de causas y agentes ajenos a nosotros mismos y no nos damos cuenta?

Estamos rodeados de personas que no valen nada y triunfan y de personas más capacitadas que aquellas que admiramos.

Pero queremos mostrar sólo un camino, nuestro camino, el de cada uno. A veces tortuoso, a veces agradable, pero siempre inacabado. Así es y así lo aceptamos.

El arte es diferenciación, superación y comprensión de lo cotidiano, es la expresión y transmisión mediante distintos materiales de conceptos no expresados en sí mismo por esos materiales. El arte, por tanto, no es cualquier cosa, y para saber reconocerlo hay que saber definirlo. 

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