Hoy nuestra foto de cabecera es un cementerio, con sus cipreses, sus nichos con flores y sus paredes desconchadas, todo un monumento a la idiosincrasia popular de estas tierras.
Tal vez alguien piense que es de mal gusto poner fotos así. Puede ser. Por otra parte es muy propio de este pueblo el eufemismo de tachar de mal gusto aquéllo que nos cuesta mirar de frente por nuestros propios miedos.
Sea como fuere, la foto de hoy sólo quiere recordarnos la mayor de nuestras limitaciones, el que llegaremos a la nada, a la privación de todo. Todo a lo que aspiraremos durante un tiempo será a llenar de polvo un nicho. Ante esa afirmación dos consideraciones.
Primero. Podría decirse que uno deja su huella en el mundo, recuerdo en sus seres queridos, hechos que serán recordados. Y así es, pero cuando acabe la memoria de los que nos conocieron acabaremos definitivamente. Eso sí, famosos inventores, creadores, artistas o científicos consiguen que su recuerdo perdure a través del tiempo. Eso sería lo más a lo que podríamos aspirar, pero ése es un consuelo vano y se reduce a una ínfima minoría frente a todas las personas que pueblan este planeta. Poco consuelo para la mayoría aplastante que jamás llegaremos a eso, y que, si aún llegando, nos pareciera un consuelo.
Segundo. Hay quien piensa que la muerte no se limita a la desaparición total, que tras ella se abre un mundo nuevo, espiritual, distinto, del que nos hablan las religiones. Pero no es un sentir unánime, pues otros piensan que no hay más que querer estar convencido de eso para creerlo, y que no es más que una creencia como otra cualquiera, cuya existencia sólo está en el plano de nuestras emociones.
Volvemos a la conclusión de siempre, nada hay seguro, claro o definitivo, salvo que acabaremos en uno de esos nichos de la foto, si no en una urna o desparramados por donde quiera que dispusiéramos.
Por Cástor y Pólux.
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