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martes, 4 de septiembre de 2012

INTRODUCCIÓN. ¿SOMOS DIFERENTES?

Hoy le cedemos el puesto de Cástor a Helena de Troya a la hora de escribir esta introducción. En fin, Cástor estaba fuera y Helena de Troya pasaba por ahí ... (mil veces prefiero tener al lado a Helena de Troya, mi debilidad, que a mi estimado Cástor, pero que no lo sepa ninguno de los dos).


Nos gusta reconocernos únicos, diferentes, y acabamos creyendo que así es realmente. Y no es que no sea cierto, pero si lo analizamos detenidamente observamos que tenemos más aspectos iguales a otras personas que diferentes. Nos parecemos mucho a nuestros padres. Sin darnos cuenta hemos adoptado muchos de sus criterios, de sus manías, de sus gestos.

Por ejemplo, nos vemos influenciados por la música que escuchaba un hermano mayor, por la forma de escribir de una profesora, o por los gustos de los compañeros.

Nuestra forma de hablar es un ejemplo paradigmático de todo ello. Hablamos como se hace en nuestro entorno, como hablan nuestros padres o nuestros amigos, y es que para hablar hemos de adoptar una entonación y unas expresiones determinadas, y cuando estamos aprendiendo no lo podemos inventar, lo adoptamos del entorno, no puede ser de otra forma. Con el pensamiento o el carácter sucede algo parecido, cuando nos vamos formando como personas necesitamos criterios que seguir, y esos criterios los adoptamos de nuestro alrededor, de los modelos que se nos presentan (padres, amigos).

¿Qué nos queda realmente propio si por la genética heredamos rasgos físicos y psíquicos, y por el ambiente nos nutrimos de los modelos que nos rodean? Diría que muy poco, que tal vez la forma en que usamos los datos, o entendemos el mundo, pero eso, seguramente, también lo hemos adoptado de alguien sin que seamos conscientes de ello.

Lo cierto es que la respuesta es … que nos queda como propio todo. Porque lo importante no es el origen de nuestro pensamiento o nuestro carácter, sino el hecho de que lo hacemos propio, lo sentimos nuestro y acaba definiéndonos. No podemos ser totalmente originales como hemos visto, somos una síntesis de lo que nos rodea, pero esa síntesis es diferente a eso que nos rodea. Es como cuando hacemos nuestro un pensamiento ajeno, una vez que lo interiorizamos y lo sentimos propio lo podemos usar como tal. Y es que somos seres sociales y sólo en la relación con lo que nos rodea nos podemos desarrollar.

Otra cuestión distinta es que observemos en nosotros mismos comportamientos o caracteres “heredados” que no nos gustan, y reneguemos de su origen. Nos referimos, por ejemplo, a cuando alguien censura determinado comportamiento de su padre y descubre que él mismo se comporta de igual manera. Eso puede ser frustrante, pero no le quita validez a nuestra forma de ser.

El sincretismo que define nuestro carácter no le quita originalidad a éste, pues dicha originalidad no depende de su origen sino de la fuerza interior que cada uno le imprime.

Por Helena de Troya y Pólux.

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