Cada vez la infancia nos va quedando más lejos, la perspectiva de la vida y de lo vivido simplemente cambia con el discurrir del tiempo. No creo que haya que buscar extraños fenómenos o explicaciones bajo ese hecho, es sólo una cuestión psicológica que va transformando nuestra apreciación de la realidad.
La distancia en el tiempo distorsiona el recuerdo mismo del pasado. Tal vez sólo se trate de la disolución de la memoria (el olvido), o de como afectan los nuevos hechos vividos a la apreciación subjetiva del pasado. Seguramente se den conjuntamente ambas posibilidades, pero lo cierto es que lo nítido se vuelve borroso, y en ocasiones descubrimos con sorpresa cuán equivocada era nuestra idea de algún suceso pasado, e incluso el recuerdo de ese suceso.
¿De que forma puede ese cambio en la percepción de los hechos afectar al carácter psicológico de una persona adulta o de edad avanzada?. Nuestros mayores siempre nos dicen que la juventud es impetuoso y capaz, pero que carece de la perspectiva más serena y realista que provee la vejez.
Es evidente la diferente actitud frente a la muerte de un joven y de un anciano. Aunque éste tiene una doble razón para su actitud. Además de la perspectiva que le da el tiempo, la cercanía de la muerte es otra razón de peso que afianza esa actitud.
¿Quien no ha escuchado al abuelo de alguien, si no al propio, decir que el próximo es él? La cercanía de lo inevitable fuerza su aceptación.
Por Cástor y Pólux.
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