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sábado, 12 de mayo de 2012

LA CASUALIDAD, por Pólux


   ¿Qué es la casualidad?, ¿Dónde vive?, ¿Duerme en algún momento o está siempre despierta? Sí, pueden parecer jocosas estas preguntas, pero con ellas quiero hacer ver como conceptualmente personalizamos lo impersonalizable, cómo convertimos en esencia hechos pura y simplemente cuantificables, cómo tendemos a dotar de transcendencia lo intranscendente.

   Pero ante de seguir veamos las principales definiciones de casualidad:
1- Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar.
2- Acontecimiento fortuito.
3- Suceso imprevisto cuya causa se ignora.
4- Combinación inesperada de circunstancias.

   El significado segundo ya está englobado en los demás, y su generalidad lo hace aplicable a casi todos los hechos, así que lo suprimimos porque no nos aporta nada nuevo.
Casualidad como relación mental.

     Lo que tienen en común todas las definiciones es el carácter imprevisible e inesperado. Y esa es la esencia de la casualidad. Si lo pudiésemos prever o esperar no lo llamaríamos casualidad, sino conocimiento. Sin embargo a veces se piensa que hay una razón más o menos oculta para que las casualidades ocurran. Hay quien dice “las casualidad no existe” por que piensa que hay una razón detrás de ella para que tenga lugar. ¿Y por qué nos preguntamos eso? Una razón oculta es otra cosa, es una conspiración, una mano negra, un dios que maneja los hilos, pero no un hecho fortuito.

     La definición 3 añade un término distinto al de las otras definiciones, la  causa. Pero según sostengo, si hay una causa detrás (siempre que no entendamos genéricamente causa como devenir de la existencia) ya no se trata de una casualidad, sino de una causalidad.

Esta estructura no es casualidad
porque no es posible.
   Casualidad es la palabra que usamos para designar una relación mental y subjetiva que hacemos de hechos que simplemente suceden. Y podrán decirme ¿y por qué suceden esos hechos y no otros? La respuesta es simple: porque los hechos devienen, por la naturaleza contingente del devenir. Es más, es que algún hecho ha de devenir (si no no estaríamos aquí), y tan probable e improbable es uno como otro. Lo que sucede es que mientras más improbables nos parecen los hechos menos creemos que la casualidad sea una mera relación mental de hechos distintos e inconexos.

   Todo lo que sucede lo hace por que puede suceder. Y si puede suceder es posible (por definición), por improbable que resulte. Pero evidentemente lo muy, muy, muy improbable no hace lo imposible. Otra cosa es que a nuestra mente le llame la atención y le ponga nombre (casualidad).

   Sí, conozco muchas de esas historias que cuentan de casos extrañísimos y sucesos que suenan alarmantes, inquietantes e inexplicables. Sí, pero ¿son posibles o no? Lo que no sea posible habrá que estudiarlo y caracterizarlo, para comprenderlo, pero nunca llamarle casualidad. En este sentido podríamos decir que la casualidad, entendida, deja de ser casualidad.

     Cuando le damos un sentido determinante en nuestras vidas a palabras como casualidad, destino, azar o sino, es decir, les atribuimos una cierta función de guía, hablamos de algo más parecido a la religión que a la contingencia, y por tanto habrá que tratarlo desde el punto de vista religioso, como algo más allá de nosotros que nos influye y origina, pero no como una casualidad.

   Con la palabra destino sucede algo parecido. Cuando decimos “el destino ha querido que esté hoy aquí en este preciso momento” parece que manifestamos una cierta intencionalidad que posibilita el que eso sea así. Sin embargo, cualquier situación de cualquier momento es igualmente improbable por la cantidad de sucesos que tienen que darse para que se cumpla (desde la formación del planeta, la evolución animal hasta hoy, las circunstancias sucedidas desde mi nacimiento, las circunstancias sucedidas a los demás que hayan podido influirme …), pero sin embargo algo sucede, algo deviene, sólo porque existimos. A ese hecho improbable llamamos destino no por lo de improbable que tiene, sino porque algo en él nos llama la atención. Pero ésta es ya una apreciación subjetiva, una relación mental.

   Por lo tanto sostengo que casualidad es un término que alude a la relación mental que hago de hechos distintos y diferenciados, pero que por sí mismos no tienen más relación que la de suceder. Si después vemos que hay algún sentido detrás de esa casualidad dejará de llamarse casualidad para adoptar el nombre que lo caracterice.

   La casualidad sólo existe en nuestro pensamiento, como interpretación de los hechos, no en la realidad de los hechos sucedidos. Lo que sí parece es que tenemos una tendencia innata a ver causas por todas partes. Prefiero llamar desconocido a lo que no conozco que no atribuirle una causa que tampoco conozco. Me parece que lo contrario es complicarse la vida.

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