
Pero mi caso es otro. Ahora, cuando la mayoría se retira de las playas, es el momento ideal para subir a la atalaya y pasar allí una semanita entera, alejado de todo lo humano, salvo de mí mismo, claro, aunque estoy dispuesto a intentar eso también.
Los días son ya visiblemente más cortos y puede verse el otoño allá en el horizonte, aunque "la caló", al menos aquí en el sur, la tendremos aún un mes o dos más, como suele ser habitual.
A quien acaba sus vacaciones darle la bienvenida a la normalidad, y a los pocos privilegiados que las comienzan en breve darle la bienvenida a esta efímera felicidad.
Yo ya estoy preparando lo que he de llevarme a la atalaya: un bañador, una camiseta, el ordenador portátil para escribir en Obtentalia y una escuálida manta por si refresca alguna noche. Es todo lo que necesito llevar, pues lo demás que necesito, bastante más que lo que llevo, está allí: el mar, el cielo y la tierra, y la atalaya misma, por supuesto.
Por Pólux.
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