Antes de comenzar con reflexiones, un beso muy grande para mi Helena de Troya, colaboradora también en este blog.
¿Qué habrá en el centro?, ¿en el centro de dónde?. ¿Son el centro y el dónde conceptos interdependientes, invalidando así la posibilidad de entenderlos como absolutos, o hay algo, que no sé lo que es, que les confiere, al menos a uno de ellos, el carácter de absoluto, y por tanto la posibilidad de una existencia real indudable?
A lo que no sé lo que es, no le pongo nombre porque no puedo, pues no sé lo que es. Dios, providencia, destino, realidad, ensoñación utópica, son los distintos nombres que puede recibir, según la interpretación que se haga de eso que no sé lo que es.
Difícilmente cabe la interpretación sobre algo de lo que nada sé. Ponerle nombre es en realidad tomar postura, injustificada a mi parecer, pues no entiendo cómo alguien puede interpretar algo de lo que yo no sé nada y de lo que, igualmente como me sucede a mí, tampoco puede saber él nada.
Parece llegar el derrotero de la reflexión a la cuestión básica de las posibles formas de conocer el mundo. Hay quienes creen conocerlo precisamente por encontrar a Dios en el lugar de la incógnita. Hay quienes creen conocer igualmente bien el mundo, pero en lugar de Dios ven simplemente nada o algo de lo que nada saben, esa misma incógnita que otros llaman Dios.
¿Son sólo posturas opuestas, o alguna forma de conocer el mundo es más válida que otra? A Dios le buscan la filosofía (religión) y la ciencia, el problema es que todos encuentran en ambas argumentos a favor y en contra de cada postura.
Mi postura ya la sabéis, hay quien la cree ceguera, y no seré yo quien le diga que no puede tener razón, pero mi capacidad de conocer el mundo no me deja ver más allá de lo que el método científico, con sus principios de falsación lógica y sus grandes logros en el campo experimental, me describe.
Por Pólux.
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