La educación, las buenas maneras, el ser afable, el altruismo, la empatía y tantas actitudes más de ese estilo no son más que tretas para conseguir nuestro fin, el de agradar a otros y obtener su simpatía y favor.
Ante quienes tenemos cerca, física o anímicamente, mostramos nuestra mejor cara, al menos mientras nos interese. Pero cuando estamos ante un grupo de gente sin mayor interés y sin relación anímica con nosotros, por ejemplo un grupo de viajeros en la estación de autobús que nos dificulta el paso, o las personas que suben paradas en una escalera mecánica, nuestras maneras cambian drásticamente. Empujamos sin pedir disculpas, procuramos colarnos antes que el otro, hacemos malos gestos si nos miran por nuestra falta de cortesía... Y al volante qué decir, todos conocemos las malas formas que se gastan cuando se conduce.
De nuevo la experiencia (lo veo todos los días) me reafirma en la idea de que, de forma general, el interés propio mueve nuestros actos. Es la naturaleza humana.
Por Pólux.
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