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miércoles, 4 de noviembre de 2015

ARTÍCULO: LA "CRISIS DE LOS REFUGIADOS", POR PÓLUX.


LA "CRISIS DE LOS REFUGIADOS".
Por Pólux (4-noviembre-2015)


Si las personas nos movemos principalmente por el interés, ¿cuánto más lo hará un gobierno o un estado que puede ampararse en la impersonalidad de su estructura y función?



En la gestión de lo que se ha dado en llamar "crisis de los refugiados" (además de ser víctimas son una crisis para los demás) los estados están demostrado cómo su principal motivación es el interés. Ahora hay voces que proclaman que hay que invertir e intervenir en los países en guerra para así acabar con el problema. Esa nueva proclama me lleva a hacerme algunas reflexiones.

Cuando no ha interesado intervenir en conflictos de otros países se ha alegado aquello de la soberanía del país en cuestión. Ahora que nos afectan sus problemas parece que eso de la soberanía ya no es tan importante, ahora nuestro interés es otro.

Cuando, por poner un ejemplo, Estados Unidos, solo o con algún aliado (recordemos que Inglaterra y España lo fueron), ha intervenido de alguna forma en otro país (con apoyo logístico, militar o económico), se le ha tachado de imperialista e intervencionista. ¿No lo seremos ahora nosotros si hacemos lo mismo?, ¿o es que la "crisis de los refugiados" es mejor motivo para preservar nuestros intereses?

¿En qué países se va intervenir?, ¿en los que están en guerra o en otros también? La respuesta ya la digo yo: en aquellos con los que se resuelva más pronto y mejor la actual "crisis". Porque, ¿cuál es la diferencia esencial entre huir de una guerra y huir de la pobreza extrema o la falta de futuro? El refugio que buscan es el mismo, esperanza y futuro, porque su problema es el mismo, afrontar una situación límite. Pero ahora hablamos de refugiados por un lado y de inmigración ilegal por otro, ¿cuál es la diferencia?, ¿que los primeros vienen del este y los segundos del sur?, ¿hay inmigración de primera y de segunda?

A mi entender, acabamos perdiendo la perspectiva de lo que realmente sucede, mediatizados e influidos por las razones interesadas bajo las que los estados europeos intentan justificar su falta de iniciativa.

Lo que sucede es que es muy fácil ser solidarios cuando se trata de entregar dinero, afiliarnos a una ONG para salvar vidas o pedir a un gobierno que actúe, porque el problema real sigue estando lejos y no afecta a nuestra sociedad de bienestar, pero cuando la acción supone un sacrificio real, básicamente el de compartir nuestra riqueza y nuestra tranquilidad, la palabra solidaridad suena demasiado fuerte.

Ciertamente hay un problema que no puede resolverse a corto plazo, como es el conseguir estabilidad y progreso en los países de los que huyen las personas, que habrá que afrontar con calma, paciencia, tiempo y seguro que con mucho dinero y apoyo, pero hay otro problema cuya solución no admite demora, pues cada día que pasa es un posicionamiento para su no solución, y es el de ayudar a los miles y miles de personas que desesperadamente llaman a las puertas de nuestras fronteras. En esto no caben paños calientes ni medias tintas.

Creo que los estados no están representando la verdadera voluntad del pueblo, dispuesto en muchos casos, como se ha demostrado, al sacrificio para ayudar, sino tan sólo un interés a largo plazo, encauzado por un posible descontento del pueblo a perder su sociedad de bienestar pasándole factura en futuras elecciones a los gobiernos que tomen las decisiones más difíciles.

¿Decisiones difíciles? Las decisiones difíciles ya las tomaron todos aquellas personas que abandonaron sus hogares en una carrera incierta y peligrosa en la que muchas se dejan la vida. Si les negamos la entrada a muchos de ellos sólo nos faltará, aunque sea duro decirlo, apartarlos en una cuneta y pegarles un tiro de gracia para que nos dejen en paz.

¿Y nuestra sociedad de bienestar? De poco servirá si no tenemos la conciencia tranquila para disfrutarla. No hay más que un camino, claro y directo, abrir las fronteras con las medidas de apoyo necesarias y aceptando las consecuencias, pero ese no es el que quieren tomar los gobiernos europeos que hablan de "cupos", como si la desgracia y la desesperación tuvieran un espacio limitado en nuestra sociedad, que una vez cubierto justificara cerrar las puertas a los que llegaron tarde. Pero hay que reconocer que no es fácil ser solidario a costa de perder nuestras mejoras. Lo entiendo, y por eso no pretendo ser la conciencia de nadie, pues antes habré de ser mi propia conciencia.

La mayor desgracia de estos refugiados es la de haber nacido donde lo han hecho y que exista un sistema social mejor que el suyo (el nuestro) al que no puedan acceder. Nosotros parece que estamos de suerte, pues hemos nacido a este lado.

Nuestro miedo a compartir puede tener una base real, pues nadie quiere perder su trabajo, ni reducir sus ingresos cuando ya son insuficientes a cambio de una solidaridad que puede convertir la desgracia de los refugiados en la nuestra. Pero algo habrá que hacer, y tal vez pase por controlar de alguna manera ese monstruo que nos domina y se llama capitalismo, a la vez benefactor de nuestra sociedad de bienestar y bestia sin piedad para quien no consigue encontrar su sitio en el al sistema.


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