El frío del invierno y de la navidad penetra hasta los huesos, pero un buen fuego, como el de la fotografía de cabecera de hoy puede aliviarlo.
¿Pero qué alivia el frío del alma, el frío del páramo en el que en ocasiones nos convertimos? Ese frío sólo lo alivia dejar de sentir de esa forma, dejar de ser un páramo.
¡Cuántos páramos sin consciencia de ello crecen cada día!, ¡y cuántos con consciencia! ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Quiero saber para dejar de ser, aunque no creo que el conocimiento me dé sabiduría.
Felicidades para aquéllos que seáis un prado florido y caldeado por el sol, aunque no creo que la mayoría sepáis lo que tenéis.
Por Pólux.
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