¡Qué, buena fotografía la de hoy, ¿no?! Es la segunda que publicamos de nuestro nuevo colaborador Carlos García. La reproducimos a continuación para tenerla a la vista cuando volvamos en un futuro sobre esta entrada.
Ha recogido en la instantánea algo más que el ya por sí sugerente paisaje marino. Cielo, sol, mar, olas, playa, color, reflejos, ángulos, composición..., ni enumerando todos los elementos que componen la fotografía aislaríamos el principio de la fuerza que transmite, del hecho diferenciador de la mera copia que la convierte en objeto de arte. Ese hecho diferenciador está en la capacidad de convertir la mirada subjetiva del fotógrafo en nuestra propia mirada subjetiva. Sólo entonces la fotografía es un puente entre la objetividad que fielmente muestra y la subjetividad que explicita más de lo que muestra.
Para acotar algo más el difícil concepto diría que la esencia del arte no puede reducirse a la mera subjetividad, como creo ocurre en algunas conceptualizaciones abstractas que se tienen por arte. Lo que convierte a algo en arte es el hecho diferenciador poseedor de su propia significación, aunque en realidad es algo un poco más complicado, en lo que no es ahora el momento de profundizar. Conseguir esto en la fotografía no es nada fácil. Por eso creo tan meritoria la fotografía de cabecera que os presentamos hoy, y por lo que especialmente felicito a su autor, Carlos García.
Podéis ver dos entradas relacionadas con este tema en "Introducción. El arte" (20 de julio de 2012), donde se cita a Arnold Hauser y su interesante (y creo que acertada) teoría del arte, y en "Retoque fotográfico" (19 de octubre de 2014), donde valoro positivamente el retoque como parte de la creación artística.
Y os dejo con el comentario de hoy.
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Para acotar algo más el difícil concepto diría que la esencia del arte no puede reducirse a la mera subjetividad, como creo ocurre en algunas conceptualizaciones abstractas que se tienen por arte. Lo que convierte a algo en arte es el hecho diferenciador poseedor de su propia significación, aunque en realidad es algo un poco más complicado, en lo que no es ahora el momento de profundizar. Conseguir esto en la fotografía no es nada fácil. Por eso creo tan meritoria la fotografía de cabecera que os presentamos hoy, y por lo que especialmente felicito a su autor, Carlos García.
Podéis ver dos entradas relacionadas con este tema en "Introducción. El arte" (20 de julio de 2012), donde se cita a Arnold Hauser y su interesante (y creo que acertada) teoría del arte, y en "Retoque fotográfico" (19 de octubre de 2014), donde valoro positivamente el retoque como parte de la creación artística.
Y os dejo con el comentario de hoy.
El otro día veía por la televisión las caras de felicidad de unos inmigrantes que habían entrado ilegalmente en España saltando la tristemente famosa valla de Melilla, esa que pretende salvagualdar nuestra sociedad de bienestar y que deja al descubierto las contradicciones de la sociedad global en que vivimos hoy, sí "global", como si global se refiriera a todos (que se lo digan a esos que quieren saltar la valla). Aquéllo les valía para iniciar su andadura por nuestro país, de ahí sus caras de felicidad.
Comprendo su felicidad. Han cubierto una meta (una de las muchas que les quedan por conseguir).
Sin embargo lo que les espera aún es muy duro y difícil. La mayoría vivirá en chabolas sin saber cada día si podrá o no comer, en ocasiones varados en poblaciones de las que no podrán moverse por falta de dinero para comprar un billete de autobús. Algunos trabajarán ocasionalmente, muchos no, y pasarán mucho años ante de poder volver a sus países de origen a ver a sus familias, de las que acabarán sintiéndose huérfanos. ¿Cómo estarán en sus países de origen para que sonrían ante una situación que ya por sí, para nosotros, es desastrosa y penosa?
Y por si fuera poco muchos les consideran escoria, un cáncer que afecta a nuestra sociedad. Yo creo que lo único que nos diferencia de ellos es el lugar en el que hemos nacido. Pero no nos gusta admitir que nuestra vida pueda tener mucho de suerte, de aleatoriedad, que si nosotros no somos considerados un tumor no es por ningún merecimiento especial. Somos tan iguales a ellos que nos da miedo pensarlo, y más miedo aún poder llegar a creerlo.
Por Pólux.
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