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domingo, 5 de octubre de 2014

EL RESPETO Y EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN.

Bienvenidos un domingo más a Obtentalia.

Ayer os decíamos que que hemos renovado las fotografías de la galería de fotos (no confundir con la galería de fotos de cabecera), y que hemos hecho una selección de 40 fotos que han sido cabecera de nuestro blog.

Os remitimos a las entradas de esta semana, en las que hemos hablado de determinados aspectos de la publicidad (lunes) o de la soberbia (martes), de los cambios y altibajos en general (miércoles), de la falta de empatía (jueves), de lo natural de ciertos comportamientos extremos (viernes) y de lo relativo de muchas de las desgracias que nos suceden (sábado). No tenéis más que hacer rodar la rueda del ratón para moveros por las entradas anteriores y echarles un vistazo.

Hoy hablaremos de la educación.

La educación va más allá de los vistosos formalismos, como por ejemplo ser presentado en una reunión, saludar o el trato afable, sin perjuicio del reconocimiento de la gran importancia de esos formalismos. Puede ser mucho más sutil, hasta el refinamiento, pero entonces nadie, o casi nadie, suele ser consciente de ella.

El materialismo que cimienta nuestra forma de vida, nuestra sociedad de bienestar, suele impedir tanto ejercer como captar esa sutileza, no porque nos impida advertirla, sino porque sólo es valorado aquello que puede verse y apreciarse. Ya saben, “ojos que no ven, corazón que no siente”, o “no sólo hay que ser educado, hay que parecerlo”. Lo que no se ve no se valora y, por tanto, no se tiene en cuenta.

Mostrar públicamente los defectos y errores cometidos por alguien, en su presencia, es, en las circunstancias de una relación normal (es decir, en la que no se pretende hacer daño), un acto de mal gusto, de falta de respeto y de falta de educación. Por ejemplo cuando alguien hace público en una reunión algo íntimo de otra de las personas presentes sin su permiso, o cuando en una oficina alguien comenta en voz alta el error cometido por otro, poniendo a éste en evidencia.

Omitir la circunstancia que podrías hacer pública es un acto de respeto hacia la otra persona, pero entonces no sólo nadie se enteraría de su defecto o error, sino que nadie sabría el acto de respeto que has tendido hacia el otro, lo que va en contra de ese materialismo que impregna nuestra vida.

Todos tenemos defectos y errores que otros podrían apreciar y mostrar públicamente en nuestra presencia.

Ese sentido de la educación diferencia a unos de otros. Hay personas que suelen ser llamadas “descaradas”, y ello porque no dudarían en poder reírse en su cara con algo que le hubiera pillado a usted. Son así, no lo pueden evitar, pero suelen ser molestas y aducir que no se pueden callar “la verdad”, forma burda de justificar su falta de empatía con otras personas.

La sutil educación que no se muestra no tiene que ser valorada por nadie más que por uno mismo. La satisfacción personal por lo realizado con decoro y respeto, de aquello que facilita la convivencia, es suficiente acicate para ser educado. No hace falta la materialista aprobación de los demás. Como también dice el refrán, “ande yo caliente y ríase la gente”.

Pero no se le pueden “pedir peras al olmo”, y quien no es educado por condición nunca lo será. Sólo se merece el mismo trato y falta de respeto que muestra con los demás, y seguramente no tendrá ni idea de lo que estamos hablando.

Por Pólux.

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