Ayer estuve viendo un rato la televisión, en ese horario tan característico de tantas personas que, como yo, se echan una siestecita tras el almuerzo, seguros de que alguna película lo suficientemente bodrio resonará como canto de morfeo.
Mientras morfeo llegaba, que se hizo esperar un poco, por cierto, me zampé unos cuantos anuncios. Ese es el peligro de ese horario: si no te duermes corres el riesgo de ver la película con sus anuncios incluidos.
Aún no salgo de mi asombro. Cuan burdos, simples, descarados y hasta soeces eran algunos anuncios. Ante esa publicidad me sentía ridículo como persona, ofendido incluso. Mala actitud para conciliar el sueño, cosa que urgía si no quería seguir viendo aquel espectáculo tras el que amenazaba la película.
Conseguí olvidarme de todo y Morfeo me recompensó. ¡Que buena siestesita me eché con la "musiquilla" de la película de fondo!
Por Pólux.
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