"Para todo hay que saber", repetía constantemente un conocido, y tenía razón. Hasta para lo más simple y aparentemente fácil hay que saber, pues si no se hace mal.
Puede ser fácil freír un huevo, pues hay que saber. Puede ser más fácil aún sentarse en una silla, pues hay que saber. Y hasta para el simple hecho de ir a un concierto de Navidad hay que saber, lo que demuestra que no es un hecho tan simple. Será fácil, pero no simple. Y lo decimos expresamente porque el sábado pasado fuimos uno. El clamor general a la salida fue que había encantado y había estado muy bien. Pues menos mal, no sé que hubiera sido si la gente se hubiera aburrido.
Justo antes de empezar el consabido anuncio para que se apaguen lo móviles. Mira que es fácil apagar un móvil, pero claro, más fácil es no apagarlo. Nada más empezar la función la primer llamada de móvil. Más adelante volvió a sonar otro y , ¡sorpresa!, no sólo el interesado no lo apaga, sino que además contesta allí, en mitad de actuación, como si estuviera en la parada del autobús.
Las charlas molestan, pero creo que más molesta el que manda callar con ese sonido silbante y largo, que pareciera que se está azuzando a una bestia. Los de la fila de atrás haciendo sus comentarios. Y cuando el sonido de la actuación bajaba se escucha una especie de molesto murmullo...
En fin, hasta para escuchar una actuación musical hay que saber. No es baladí la frase que tanto repetía nuestro conocido "para todo hay que saber".
Por Cástor y Pólux.
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